El camino a Isla Sigma

Ni tan mal los Oscar

14 Mar 2025


No deja de ser irónico que Basel Adra, codirector de No Other Land, recibiera una ovación de un público mayoritariamente judío cuando ganó el premio a Mejor Documental en los Premios Oscar. Su obra es, después de todo, una denuncia del desplazamiento forzoso con el que el Estado de Israel se apropia de tierras palestinas en Cisjordania. Aun así, Adra tomó el micrófono y, con vehemencia, dedicó sus breves segundos a enunciar su causa:

No Other Land refleja la dura realidad que hemos estado soportando durante décadas y que aún persiste, mientras hacemos un llamado al mundo para que tome medidas serias para detener la injusticia y el genocidio étnico del pueblo palestino”.

Este año la flamante gala de Hollywood tuvo intervenciones llamativas como esta, momentos que sorprenden pues, entre otras, revelan la sagacidad de sus organizadores para no comprometerse demasiado frente al complejo momento que atraviesa Estados Unidos. Como muchos, he venido tomando distancia de la idiosincrasia gringa y a decir verdad, asumí esta edición con animosidad: me temía que el delirio de la política norteamericana permeara la celebración. Me fue fácil reafirmar mi temor con la nominación de Emilia Pérez, película en la que encontré un descarado y desatinado oportunismo. Sea dicho que no fue un desacierto exclusivo de los Oscar, pues se la vio de tour por tantas premiaciones más: Cannes, BAFTA, SAGA, etc. Sin embargo, resultó ser un caso aislado y diré que en los llamados Premios de la Academia hubo un dejo de tolerancia y reflexión, algo de luz, si se quiere.

Sobre Emilia Pérez me podría explayar en crítica, ya sea por su posición colonialista frente a violencias marginales o por el superficial trato que solo un escritor cisgénero puede ofrecer de la transición de género. Por fortuna voces apropiadas ya lo remarcaron: “Emilia Pérez o de cómo el imaginario colonialista caricatura la violencia” de Alonso Díaz de la Vega –el título se explica por sí mismo– y “Emilia Pérez” is Not Good Trans Representation”, nota editorial de GLAAD (Gay and Lesbian Alliance Against Defamation) son dos de los mejores textos que he encontrado al respecto. Tan solo resaltaría la preocupación que ha de generar la distancia que los jurados de premiaciones como los Oscar pueden llegar a tener frente a las realidades que pretenden representar las películas que califican. Incluir a Emilia Pérez, cuando menos, demerita el criterio de quienes hayan hecho la selección. Ahora bien, en aras de la argumentación, diré que es un error sistemático y lo pasaré por alto pues las demás producciones no merecen ser eclipsadas por el desdichado lunar.

Superado esto, adentrémonos en otros momentos que por el contrario, lograron dar vuelta a una ceremonia que llegaba con un estigma difícil de superar. Comenzaré por una película que ha sabido calentar mi corazón migrante tanto por la bella representación de Latinoamérica, como por la cercanía que encuentro en la resiliencia que narra: Ainda Estou Aqui. No es menor que un film que revisita de manera enfática las heridas profundas que dejó la dictadura en el Brasil de los setentas, apoyada y soportada en su momento por los Estados Unidos, hoy sea premiada dentro del rubro de Mejor Película Internacional. No sobra mencionar la renovada distancia que hoy se aviva entre las políticas de Trump y las de Lula, lo que hace aún más osado que la Academia haya otorgado el premio al ahora icónico film de Walter Salles. Y, cómo no mencionar a la genia Fernanda Torres, protagonista de la película, con su esplendor y cautivadora inteligencia cortejando a Hollywood. Enhorabuena por un país que desde las calles celebra su primer Oscar en esta categoría.

Tiempo de Anora y, cómo no, de Sean Baker. El director y escritor del largo tiene una carrera que suma más de veinte años en los que ha sabido poner el foco en comunidades marginales, en ocasiones representadas en individuos puntuales, como lo fuera el repartidor de Take Out, un inmigrante ilegal de China que arriesga su vida en una concurrida New York, o a veces en un grupo de personas, como los niños desamparados de The Florida Project, quienes, a pesar de estar a pocos kilómetros de Disney, viven una realidad completamente distinta. Pues bien, ahora con Anora el director estadounidense narra, en clave de tragicomedia, la difícil vida de las trabajadoras sexuales en un denso Brooklyn. En su discurso, Mikey Madison, justa ganadora del premio a Mejor Actriz, ilustra el compromiso de toda la producción frente al universo que retrata:

También quiero reconocer y honrar nuevamente a la comunidad de trabajadoras sexuales. Seguiré apoyando y siendo una aliada. Todas las personas increíbles, las mujeres que he tenido el privilegio de conocer de esa comunidad, han sido uno de los aspectos más destacados de toda esta increíble experiencia.

No olvidar que esta ceremonia se da en el marco de un estado norteamericano presidido por una persona con acusaciones de acoso sexual. No se esperaría benevolencia en sus políticas frente a quienes tienen oficios de carácter sexual, como lo pueden ser las strippers o la prostitución. Muy bien Baker, muy bien Madison y muy bien Anora.

Habría que resaltar también el galardón que se llevó el largometraje de animación Flow por Mejor Película Animada. La coproducción letona-belga-francesa se desmarca de sus competidores en aspectos puntuales como lo son su rótulo de producción independiente o su original postura en la caracterización no humanizada de personajes –en Flow los animales actúan como animales–. Pero, sobre todo, se hace única con la alarma que enciende frente al cambio climático. En el universo de Flow algo ha pasado, no llegamos a enterarnos qué, pero la especie humana se ha extinguido. Todo parece indicar que se debe a exabruptos cambios en la atmósfera terrestre, deducible de las constantes e impredecibles inundaciones en las que se ven envueltos los personajes.

Y bueno, una vez más, frente a un gobierno de políticas bastante cuestionables, como el negacionismo, los premios Oscar ponen el reflector en una película que de manera poética nos recuerda que “estamos en el mismo barco” y que “debemos trabajar por esto todos juntos”, como lo mencionó su director al recibir la estatuilla. Aplausos de pie.

No creo que los Premios Oscar o ceremonias en donde se premie y conmemore el arte sea espacio suficiente o micrófono adecuado para debatir políticas globales –tampoco encuentro inadmisible que se haga–. Pero, sería testarudo negar el impacto que espectáculos como este generan en la opinión local –aún sigue teniendo un rating cercano a los 20 millones de televidentes norteamericanos– y en la opinión global –hay que ver a los brasileros celebrando su galardón–. Por ello aplaudo la responsabilidad con que se lo han tomado. Si bien, hoy más que nunca sabemos que los gringos están lejos de ser los salvadores del mundo, aprecio que en los ecos que aun tienen, guarden voces responsables que aboguen y crean que esto todavía se puede salvar.

Después de que Basel Adra terminara su denuncia, Yuval Abraham, codirector de No Other Land, de origen israelita y religión judía, tomó el micrófono y recordó que la solución al conflicto viene del trabajo en conjunto, no sin olvidar que hay poderosos y marginados. Además, denunció las políticas extranjeras americanas rematando con que Palestinos e Israelitas están entrelazados y lo que afecte a uno siempre afectará al otro, buscando así una solución política antes que armada. Poderosísimo. Un aplauso por esas estatuillas y esos segundos en los que los creadores encuentran un megáfono para sus causas.


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